Per aspera ad astra
En el ámbito del diseño de productos (o el diseño en general), la ética emerge como un elemento fundamental que no solo guía nuestras decisiones, sino que también define el impacto de nuestro trabajo en la sociedad, desde lo más cercano a lo que más se expande. Realmente, es un impacto relativo, medible, claro está; no somos tan imprescindibles como nos creemos, aunque la visión de la profesión es una más en la mejora de muchos aspectos de la sociedad.
Tenemos una responsabilidad (esto es cierto), comprender que nuestro trabajo va más allá de ser una mera herramienta. Existe el poder abstracto de influir en la vida de los usuarios o personas que interactuan con un sistema, y por ello, se hace importantísimo alinear nuestras acciones con una brújula ética clara. Este compromiso nos obliga a reflexionar sobre nuestros propios valores y a considerarlos en cada etapa de los procesos en los que estamos inmersos, siempre teniendo en cuenta el bienestar de quienes interactúan con un ente, físico o digital.
En esta línea, y acotándolo en algo concreto, debemos ser conscientes de cómo las decisiones políticas y los intereses económicos pueden afectarnos. Muy a menudo, las políticas gubernamentales e institucionales pueden priorizar intereses específicos sobre el bienestar general de las personas, lo que puede tener (y tiene en muchas ocasiones) un impacto directo en nuestras decisiones. A día de hoy, aunque parezca increíble, es casi una revolución silenciosa tener una postura crítica que desafíe aquellas decisiones que no estén alineadas con unos principios éticos, por ejemplo, en el diseño que se denomina «centrado en el usuario», palabras que a veces pierden fuerza, cuando solamente en mero hecho de usarlas parece que cumple con unos objetivos reales.
Para ello, creo que es esencial que los diseñadores nos convirtamos en una especie de defensores de los intereses de los usuarios o personas, dentro de el uso que hacen de los sistemas, asegurándonos de que sus necesidades reales se tengan en cuenta en lugar de satisfacer únicamente los objetivos políticos o económicos de terceros. Esto requiere un compromiso continuo con la investigación, la empatía y la transparencia en todo el proceso de diseño, lo que nos permite tomar decisiones notablemente informadas y éticamente responsables.
El avance del diseño depende de nuestra capacidad para equilibrar las consideraciones éticas con las presiones externas, y a su vez, garantizar que la profesión siga siendo una fuerza positiva que mejore vidas y no solo sea una herramienta para promover intereses particulares. Al mantenernos firmes en nuestros valores y priorizar la experiencia de las personas, podemos navegar por el complejo panorama político y económico sin comprometer la integridad de nuestro trabajo.
Sobre todo esto, me vienen a la cabeza media docena de ejemplos y/o personas, que podría etiquetar en éste post, dónde el diseño ha escalado a estratos políticos, dejándose seducir hasta el rol de «personalidad», y olvidando quienes son o para que decidieron ejercer ésta profesión.
Empatía, comprensión
La empatía, un concepto cada vez más central en las conversaciones sobre diseño y casi cualquier tema que incida en elementos sociales, nos invita a una comprensión más profunda de las personas con quienes nos relacionamos o interactuamos, sea a través de un sistema o no. Normalmente y de manera analítica, diríamos que este enfoque vaya acompañado de una reflexión ética sólida. No se trata solo de crear experiencias óptimas, sino de hacerlo de manera responsable, entendiendo que el verdadero objetivo, en concreto del diseño, debe ser mejorar vidas, y no solo perfeccionar el proceso creativo en sí. De éstas reflexiones extraemos multitud de críticas para mejoras sobre cómo nuestros valores personales influyen en las decisiones sobre el diseño y, por ende, en las experiencias que creamos.
Adoptar esta postura significa reconocer y asumir la responsabilidad por la manera en que encuadramos las experiencias de los usuarios y/o personas. Esta ética se extiende a cómo interpretamos y aplicamos conceptos como apatía, simpatía y empatía. Mientras que la apatía puede limitar la interacción al mero cumplimiento de procedimientos, la simpatía y la empatía abren puertas a un diseño más significativo y humano. Estos enfoques nos recuerdan la importancia de no solo responder a necesidades inmediatas, sino de anticiparnos y crear experiencias que verdaderamente enriquezcan sus vidas y su relación con los sistemas, desde el más simple al más complejo.
Podríamos considerarnos asesores expertos, responsables de guiar a nuestros clientes hacia soluciones que no solo sean funcionales y estéticas, sino también éticas, pero otro nivel dentro del análisis nos lleva a darnos una importancia que quizá no tengamos.
La responsabilidad ética recae en nosotros, ya que poseemos el conocimiento para distinguir entre las verdaderas necesidades de los usuarios y las suposiciones infundadas, y debido a ello, hay que cuestionar y desafiar las expectativas cuando éstas no se alinean con un enfoque de diseño responsable y consciente.
Mirando hacia el futuro, el diseño se enfrenta a retos y oportunidades sin precedentes. La globalización y la tecnología nos permiten impactar a una audiencia mundial, lo que aumenta nuestra responsabilidad como diseñadores. En 2024, el diseño se centra cada vez más en la sostenibilidad y la inclusión, reflejando una conciencia creciente sobre el papel que desempeñamos en el contexto internacional. Como comunidad, debemos seguir abogando por prácticas de diseño éticas que prioricen la experiencia del usuario y su impacto social, asegurando que nuestros diseños no solo sean innovadores, sino también responsables y humanos. Al final del día, cada diseño debe ser un reflejo de nuestro compromiso con un futuro más equitativo y sostenible.
Ejemplos buenos
Lo inclusivo: Espectro que considera las necesidades de todas las personas, sin importar su edad, género, discapacidad o cualquier otra característica. Esto incluye el uso de fuentes legibles, contrastes testados por herramientas, opciones de personalización y la eliminación de barreras arquitectónicas en interfaces digitales.
Privacidad: Sistemas diseñados para proteger la información personal y que a su vez son transparentes sobre cómo se recopilan y utilizan sus datos. Implica obtener un consentimiento informado, ofrecer opciones de personalización (cookies, etc...) y evitar la recopilación excesiva de datos.
Honestidad y transparencia: Sistemas que evitan engañar o manipular a los usuarios. Existen patrones de diseño confuso, formularios o trampas que convierten la experiencia en una camino oscuro y peligroso para un usuario.
La sostenibilidad: Diseños que minimizan el impacto ambiental, tanto en la producción como en el uso de los productos. Esto implica el uso de materiales reciclados, la optimización de la energía y la promoción de la reutilización y el reciclaje.
Diseño centrado en el usuario y/o persona: Diseño que prioriza las necesidades y deseos de las personas que usan un sistema, creando productos y servicios que son útiles y fáciles de usar. Obviamente, esto implica investigacion e iteraración continua.
Ejemplos de mala praxis
Dark patterns: Diseños que utilizan tácticas engañosas para manipular a los usuarios y hacer que tomen decisiones que no desean. Algunos ejemplos incluyen: Continuidad forzada: Obligar al usuario a proporcionar información innecesaria para completar una tarea. Botones engañosos: Diseñar botones que parecen cancelaciones pero que en realidad confirman una compra. Información oculta: Esconder información importante en la letra pequeña o en lugares difíciles de encontrar.
Discriminación: Diseños que refuerzan estereotipos y sesgos o excluyen a ciertos grupos de personas de una mayoría aceptada.
Adicción: Técnicas de gamificación y recompensas para crear hábitos de uso compulsivo, incluso cuando el producto no es beneficioso ni tiene un objetivo real para el usuario.
Violación de la privacidad: Diseños que recopilan datos personales sin el consentimiento del usuario o que utilizan estos datos para fines no autorizados.
Diseño que no es accesible: Diseños que no permiten que todas las personas, por ejemplo personas con visibilidad reducida, puedan utilizar un producto o servicio.